La desesperación de nuevo llevo a la diosa de rodillas. Por
tercera vez en el día había sentido como si algo dentro de ella muriese, un
dolor y un sentimiento de abandono demasiado grandes para ser entendidos. Sabía
que otro de los dioses de Amonkhet, sus hermanos había muerto.
Hazoret se levantó penosamente y vio hacia el horizonte. Un
enjambre de langostas oscurecía el cielo, acercándose a la ciudad. Ella pudo
escuchar los gritos de horror y espanto que daban los ciudadanos al ir siendo
devorados lentamente por estas criaturas.
Desde que tenía memoria, ella y sus hermanos protegían
Naktamun juntos, pero ahora se sentía sola y triste y no tenía fuerzas para
combatir. Además, la Hekma se había ido y Naktamun estaba ahora a merced del
desierto y sus criaturas. Su creador, Kefnet, estaba muerto; el indomable y más
fuerte de ellos, Rhonas, también había muerto y la que más le devasto, la de su
amadísima hermana Oketra, la que traía consigo la esperanza y la luz, ella
también había muerto.
Sabia sin embargo, que su ambiciosa hermana, Bontu, aún
estaba viva, por lo que, dándole la espalda a su pueblo fue a buscarle.
Sin embargo, mientras corría, millares de voces en oración
entraron en su cabeza, haciéndose cada vez más fuertes y desesperadas. Hazoret
tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para tan solo permanecer de pie,
conmovida por el sufrimiento de su gente.
Ella no fallaría; y de nuevo se puso en pie. Aun así,
todavía tenía la esperanza de que con la llegada del dios faraón este caos
terminaría. Ella era la única que no había escuchado las palabras de Rhonas,
por lo que aun creía en el dios faraón y sus promesas.
-“Debo proteger a mis niños. Debo proteger a Bontu.- se
decía Hazoret poniéndose de nuevo en camino. La diosa cerro sus ojos y
entonces, saco de si todo su dolor, sufrimiento, desesperación y frustración en
forma de furia. La diosa entro dentro de un mar de zombis azules destrozando
todo a su paso sin contenerse; con su lanza hacia volar los cuerpos de los
cadaveres. Un Hellion entro en la ciudad y se lanzó contra los ciudadanos, pero
Hazoret absorbió todo su fuego, por lo que cayó sobre sus niños fue solo
ceniza.
La furia de Hazoret se había desatado y con ella, volvieron
las esperanzas en los pobladores del plano al ver a su diosa peleando tan
magnifica y terriblemente. Los servidores de Hazoret entonces sintieron como su
fuego interno crecía y con él la rabia y la fuera de la diosa les invadía,
volviéndoles maquinas asesinas.
Al acabar con los zombis gracias a la llegada de los dignos,
vio entre la multitud a Djeru y a Samut. Ambos se acercaron a la diosa.
-Hazoret, que haremos.- le pregunto Samut.
Hazoret miro hacia atrás, hacia la ciudad que cada vez más
iba quedando sumergida en el caos.
“Protegernos entre nosotros, mis niños. Tomen a todos los que puedan y escóndase en
los desiertos, debemos sobrevivir hasta que llegue el dios faraón y arregle
todo esto.” – dijo Hazoret.
-“El dios faraón no arreglara nada.” –respondió Samut
levantando su cabeza hacia la diosa.
“No hay tiempo para palabras o dudas.” – dijo Hazoret con
toda su voluntad y ante esto Djeru y Samut tan solo se inclinaron
respetuosamente. Ella se arrodillo y miro fijamente a Samut. “Eres fuerte
Samut, y tienes una voluntad fuerte. Canaliza esa fuerza para salvar a los que
aun respiran. Amonkhet te necesita, y a
ti también Djeru, mi campeón.”
Entonces el sonido de muchos Wurms de arena acercándose a toda velocidad a la ciudad. Se
levantó, tomando su arma con ambas manos.
“Obedeceremos mi señora, protegeremos a todos como nos
mandas.”- dijo Djeru, cuya voz fue clara y segura, pero Samut miro una última
vez a su diosa aun con la duda en sus ojos.
“¿Quién te protegerá a ti Hazoret?” –pregunto Samut.
Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Hazoret y a
Samut le sorprendió esto, era la primera vez que veía una sonrisa en Hazoret.
“Ve a pelear mi niña; yo perdurare.”
Hazoret corrió hacia los Wurms que entraban a la ciudad,
hambrientos y comenzó a pelear con coraje.
Sin embargo, muchos lograban pasar a la diosa y sabia, que por uno que
salvara, estaba perdiendo veinte. Con el paso del tiempo, la tristeza y la
desesperación comenzaron a atacarle; viendo como su ciudad era destruida y como
sus amados campeones morían, solo para volverse caminantes que atacaban a sus
hermanos.
Ella se preguntaba porque su dios faraón no volvía, que
impedía su retorno para detener esto.
Sin darse cuenta se vio cubierta completamente de langostas
enormes que le mordían por todas partes.
Entonces se encendió completamente, destruyendo a las langostas; pero
vio que aún más entraban a la ciudad.
Y así a su alrededor Amonkhet, a pesar de sus esfuerzos, iba
cayendo.
Esto dejo a la diosa extenuada por el dolor y solo se
arrodillo y rezo por el regreso del dios faraón.
Entonces, por sobre el desierto Hazoret vio cómo se creaba
un punto oscuro, un agujero en Amonkhet, el tiempo y el espacio, suspendido en
el aire a varios metros de las arenas.
El agujero creció y el cielo a su alrededor pareció doblarse
y romperse como simple papel, cayendo dentro del propio agujero. De este
agujero comenzaron a salir rayos de energía los cuales salían del agujero y
parecían estar quemando el aire fuera del agujero, el cual, continuaba
creciendo. Aún más trozos de la realidad eran tragados por el agujero hasta que
este tomo la forma de un enorme portal en el desierto.
La tierra comenzó a temblar con violencia y un viento frio
soplo con fuerza. Los propios soles parecieron apagarse un poco al tiempo que
de aquel portal se veían un par de enormes cuernos dorados con un disco en
medio aparecer.
La silueta de un ser colosal se dejó ver, asombrando a
Hazoret, quien se prosterno en el suelo.
Tras los cuernos, aparecieron unas garras enormes, afiladas
y luego, dos alas que cubrían casi todo el horizonte de Amonkhet al abrirse.
Todos quienes vieron esto, sintieron el inmenso poder que
acompañaba a aquel coloso.
Los ojos malvados de un dragón vieron Amonkhet y
este sonrió. El Dios faraón al fin había llegado.
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