Samut corría. Detrás de ella, un pequeño grupo de
sobrevivientes la seguían, siendo Djeru quien iba a la retaguardia
vigilándoles.
Habían escapado de la ciudad y ahora se dirigían al
desierto.
Las ordenes de Hazoret no fueron muy bien recibidas por
Samut, pero ella no podía negarse a la voluntad de la diosa. Esta le había
ordenado a Samut y a Djeru que salieran de la ciudad en busca del desierto y
que tomasen a todos los que encontrasen de camino consigo.
A medida que iban llegando a los bordes de la ciudad, su
grupo se hacía cada vez más grande; con refugiados que corrían a unírseles
luego de haber permanecido ocultos en las ruinas.
Sin embargo, cuando lo peor de la destrucción causada por
los tres dioses llego, muchos de aquel grupo cayeron ante la devastación que
les rodeaba.
Aun así lograron llegar al desierto.
Las dunas interminables y las arenas movedizas habían sido
por mucho tiempo símbolos de muerte y peligro para los pobladores de Naktamun;
sin embargo, ahora estos eran su última esperanza de sobrevivir.
El gran grupo de seres sucios y harapientos lograron llegar
a una de las pocas construcciones que estaban aún intactas, a unas pocas horas
de donde estuviese la Hekma. Estas eran unas barracas de los visires de Kefnet,
quienes ayudaban en la manutención de la barrera. El edificio parecía
abandonado, excepto por algunas ratas y unas pocas langostas que habían quedado
encerradas allí dentro.
Todos entraron, ocultándose allí de los elementos, pero
Samut subió hasta la parte más alta para observar desde allí. Ante ella se
abrían los infinitos desiertos de Amonkhet, los cuales no parecían tener fin.
Todo lo que quedaba era viento, dunas y extrañas sombras allá afuera. Ella no
podía definir si estas sombras eran algo natural, provocado por el viento y la
arena o alguno de los muchos horrores que habitaban allí. Sin embargo, vio también
muy a lo lejos lo que parecían ser unas ruinas y se esperanzo creyendo que
aquel lugar podría ser un mejor refugio que aquella pequeña barraca.
Cuando dejaron a Hazoret ella aun creía que el dios faraón
vendría a salvarles de toda esta oscuridad. Al parecer lo mismo creían muchos
dentro de aquel grupo, quienes atemorizados por lo que sucedía, aun rezaban y
pedían la ayuda del dios faraón; sin embargo, Samut sabia la verdad; ella lo había
visto todo.
Cuando el sol caía; se comenzaron a escuchar unos gritos de
admiración y miedo entre los supervivientes, quienes miraban hacia la ciudad.
Cerca de ella un punto de vacío había aparecido y se hacía cada vez más grande.
Muchos temían que esta fuera una nueva plaga o simplemente el anuncio del fin
de todo; pero cuando vieron de este vacío aparecer unos enormes cuernos
dorados; las voces de alegría y júbilo allí se alzaron. Samut era la única
quien al ver esto, le invadió un miedo aun mayor que el que sentía hasta ahora.
Mientras unos hilitos de sangre bajaban por su rostro; Samut
y los refugiados fueron testigos de la llegada del dios faraón.
Muchos de los que gritaron alegres al ver la llegada de
Nicol Bolas, corrieron extasiados de vuelta a la ciudad a recibirle.
Samut les grito, pero
el grupo no se detuvo hasta que Nicol Bolas moviendo su mano de arriba hacia
abajo hizo caer del cielo fuego purpura, el cual comenzó en el centro de la
cuidad pero rápidamente se expandió hasta alcanzarlos.
La mayoría de aquellos quienes corrieron lograron volver a
ponerse a salvo en las barracas; además, otro grupo de personas que huía de la
ciudad en su dirección corrieron también a las barracas huyendo de la lluvia.
Samut corrió hacia la destrucción tomando a un joven aven quien corría con un
niño en brazos, salvándoles a ambos, pero
no pudo hacer nada por un joven minotauro cerca de ellos, quien fue
golpeado de lleno por aquella energía purpura, cayendo solo sus huesos al
suelo.
Una vez Samut logro meter a todos los que pudo salvar, fue
Djeru quien dio entonces las ordenes de tapiar puertas y ventanas y esconderse
en los sótanos de aquel lugar hasta que todo hubiese pasado.
El único sonido eran los golpes de la lluvia destructora
afuera, unos pocos gritos lejanos y los sollozos de los más jóvenes allí
dentro.
-¿Porque dios faraón, porque?- dijo llorando una joven naga allí.
-El dios faraón es una mentira.- le dijo fríamente Samut, lo
suficientemente fuerte y claro como para que todos la oyeran.- “Él no es un
salvador; es un invasor, un demonio de otro mundo.”
“Eso no puede ser verdad; esa bestia no es el dios faraón.”-
dijo en negación un hombre alto y fuerte que avanzo entre los demás hasta
colocarse frente a Samut. Ella le reconoció como Masikah del Ahn Crop.
-¿Es que tus ojos están ciegos y tus oídos sordos? ¿No
siente nada tu corazón? La muerte de los dioses, la destrucción de la ciudad.
Esta lluvia de fuego llamada por las garras del propio dios faraón.- grito
Samut llena de ira y cólera a la cara de Masikah.
Entonces distintas voces se comenzaron a levantar allí.
-“Hemos sido traicionados”- decían unos.
-“El dios faraón traiciono a los dioses.”- decían otros.
Poco a poco el malestar y la cólera comenzaron a invadir el
corazón de todos.
-Este dios oscuro es un destructor, quien trajo la muerte.-
dijo Samut poniendo sus manos en el hombro de Masikah.- Debemos confrontar la
verdad y pelear por sobrevivir.- Entonces se volvió hacia los demás.- Yo descubrí
la historia oculta de nuestro pueblo, misma que fue borrada por el invasor. Yo
he leído las marcas en las ruinas escondidas en los desiertos. Me hubiese
gustado haber estado equivocada, haber estado loca; que esas herejías no fuesen
verdad, pero lo son.
Los sobrevivientes murmuraban entre ellos. Unos rostros
reflejaban miedo, otros rabia y unos se volvieron a Samut, esperando más
palabras de ella.
Samut abrió la boca para continuar hablando, pero de pronto
un profundo dolor en su pecho le hizo encorvarse. Ella miro a los demás y vio
que todos lo habían sentido también; incluso uno de los más jóvenes vomito.
-¿Quién fue el que cayó ahora? – pregunto Samut con apenas
un hilo de voz que fue oído por todos.- Cuatro dioses han caído y muerto. Si,
cuatro.- dijo levantando su voz por entre los quejidos de los sobrevivientes.
Luego de esto llego un silencio, silencio como el de la
muerte; profundo, casi positivo; lo que obligo a Samut a hablar de nuevo.
-Yo vivo por la gloria de mis dioses. Rechazo las mentiras
del dios faraón. Nosotros debemos desechar el miedo y defender lo que es
nuestro. Debemos eliminar al invasor.- dijo ella.
-Y yo peleare contigo.- dijo una vos tras ella y al girarse
Samut vio tras de sí a Djeru. –Samut es mi más vieja amiga. Yo más que nadie creí
que sus palabras solo eran herejías; permití que intentasen asesinarla por
decir la verdad sobre el dios faraón. Ahora me arrepiento, ahora entiendo que
la única en decir la verdad era ella.
Se hizo de nuevo otro silencio incomodo, mismo que fue roto
por un joven naga.
-¿Y ahora que haremos?- pregunto.
-Sí, ¿Qué haremos?- dijo otra vos y de nuevo un enjambre de
murmullos lleno las barracas.
-¿Y qué podemos hacer contra dioses que matan inmortales y
un dragón que puede hacer que caiga fuego del cielo? – dijo otro levantando la
voz más que los demás.
-Hazoret nos ordenó a mí y a Djeru que los protegiésemos;
que los llevásemos a los desiertos y nos escondiéramos allí. El simple hecho de
estar vivos, de respirar ahora es un desafío hacia la voluntad del invasor.-
dijo entonces Hapatra, quien en ese momento curaba a los heridos.
Varias cabezas se movieron en asentimiento.
-Volveré a la ciudad.- dijo entonces Samut sacando sus dos
Kopeshes. Camino hacia la puerta y al abrirla se giró al resto. –No les pediré
a ninguno de ustedes que me sigan. Huyan, intérnense aún más en los desiertos;
vivan y cumplan la voluntad de Hazoret; vivan y con eso desafíen la voluntad de
invasor. Simplemente yo no podría soportar sentir la muerte del último de los
dioses. Volveré en contra de la voluntad de Hazoret, pues toda la vida me
entrene para ser digna; y este es el momento de probarlo; esta es la prueba
real. La voy a proteger, como ella me cuido toda mi vida.
-Yo iré contigo hermana.- dijo Djeru levantándose y
caminando hacia ella con seguridad.- Somos los hijos de los dioses, jamás le
temimos a la muerte. Antes luchábamos por un glorioso más allá; ahora luchare
por la gloria que resta aquí.- dijo el a los demás mientras se acercaba a
Samut.
Esto hizo que un gran número de guerreros se levantaran
dando gritos de guerra y con sus armas listas; uniéndose a ellos.
-Yo no iré.- dijo entonces Hapatra sorprendiendo a todos.-
Aunque mi corazón arde por el deseo de vengar a mi amadísimo Rhonas, sé que mis
venenos ahora sirven más para asegurar la existencia de los vivos. Soy el
colmillo roto de Rhonas; yo sé cómo detener a los no muertos y a las demás monstruosidades
que están en la ciudad. Yo tomare a los sobrevivientes y me asegurare de que
logremos sobrevivir; ellos me necesitan, pues yo destruiré a los horrores que
esperan en los desiertos.- dijo Hapatra cuya cólera iba en aumento con cada
palabra. – Déjame a mí la seguridad de los niños de los dios y yo dejo en tus
manos la seguridad de Hazoret. No dejes que el último inmortal muera.
Ambas mujeres sin decir palabra se abrazaron con cariño
profundo. – Conocer nuestras debilidades y sacrificar nuestros deseos por el
bien de otros no es fácil, pero es lo correcto. Gracias por tu valor.- le dijo
Samut alejándose.
Entonces se volvió a los otros, levanto su Kophesh en el
aire y grito: -Los demás, síganme. Debemos encontrar a Hazoret y proteger a
nuestro último dios.
Así apretó los dientes y corrió de vuelta hacia la cuidad.
Ellos eran imparables.
Djeru partía a los errantes y a los eternos que se les interponían, despedazándoles con
su lanza., pero al enfrentarse con un minotauro recubierto de Lazotep, este
logro darle batalla a Djeru. Aunque el guerrero logro apuñalar un par de veces
su pecho, esto no causo un gran daño a su oponente. Samut, al ver que Djeru
tenía problema con este eterno fue a ayudarle, pero entonces el minotauro los
arrojo a ambos lejos de una patada circular.
Cuando cayó al suelo, Samut vio con desesperanza que de
todos los guerreros que habían vuelto a la ciudad, ahora solo quedaban en pie
cuatro de ellos, los demás, habían caído ante la marea de eternos que venía de
la ciudad hacia ellos.
Djeru se sorprendió al ver como el eterno convocaba con sus
manos una bola de fuego, la cual pudo evadir por poco. Nunca antes había visto a un no muerto
haciendo magia.
-Si ellos son los campeones; entonces debe ser el.- dijo
Samut quien se lanzó hacia Djeru, alejándole de un nuevo ataque del minotauro.
–Neheb, el digno.
Ellos no habían conocido a Neheb, quien era de una
generación anterior a ellos; pero la fama del minotauro era legendaria. Se
decía que él era tan bueno en la lucha cuerpo a cuerpo como en el uso de la
magia; siendo el más digno de los guerreros de Hazoret. Djeru recordó lo que
sus entrenadores le decía siempre: “Entrena como Neheb”
-Solo es un eterno mas.- dijo con desprecio Samut,
levantándose y sosteniendo con fuerzas su Kophesh. Djeru se colocó a su lado.
-Juntos podremos contra la hermana.- dijo Djeru.
Neheb se lanzó contra ambos haciendo silbar su lanza en el
aire, arrojando a la vez una bola de fuego a Samut. Samut logro evadir la bola
de fuego rodando por el suelo, pero Djeru vio como la lanza de Neheb iba directo
a su pecho. Con sus manos tomo la lanza, cuya punta se había clavado en el
pecho de Djeru, pero solo unos milímetros; evitando que se clavase más con sus
manos, pero las fuerzas del minotauro eran mayores que las suyas.
Samut vio estoy desesperada por la inminente muerte de Djeru
se lanzó contra Neheb; quien la recibió de una patada en el estómago. Con el
movimiento Djeru cayó al suelo, librándose de la filosa lanza, la cual le había
hecho una herida grande en el pecho, pero de momento no era fatal.
Neheb viendo en el suelo a Djeru salto con su lanza en ambas
manos, dispuesto a acabar con el guerrero. Pero al ir cayendo sobre este Neheb
fue rechazado por una potente luz.
Cuando Djeru abrió sus ojos, vio frente a el a su amigo
Gideon, con el rostro desencajado de furia viendo a Neheb, quien caía fuera de
su escudo.
Samut aprovechó el momento y acercándose a Neheb desde atrás
lo ataco tanto y tan rápido que sus Kopesh iban arrancando de su cuerpo trozos
de lazotep; tantos que pronto este cayó al suelo, inerte.
-Así que pueden destruirse.- dijo con algo de felicidad
Samut viendo al minotauro caído. Miro a su alrededor y vio a Djeru, Gideon y
Nissa participando en la batalla. Los elementales de Nissa aplastaban a los
eternos en el suelo y el sural de Gideon los desmembraba. Así pronto todos
estuvieron inertes. Los sobrevivientes, que eran más de los que Samut creyó en
un principio, eran curados por Nissa.
-es la segunda vez que me salvas. La primera estaba ciego y
enfadado; ahora estoy agradecido.- dijo Djeru a Gideon dándose las manos.
Gideon estaba a punto de decirle algo pero justo en ese
momento llego Jace interrumpiéndole.
-Desperdiciamos tiempo precisos aquí Gideon; Bolas rehízo
este lugar a su imagen, el tienen la ventaja aquí; debemos acercarnos cuidadosamente.
Mientras más nos demoremos él va a tener más tiempo para preparase ante
nosotros.
-Es cierto. Dijo Liliana tras él. – Él ya debe saber que
estamos aquí.
Samut se preguntó cómo era posible que aquella mujer, aunque
estaba bañada en sangre continuaba mostrando una dignidad y una elegancia impresionantes.
-Le llevaremos de vuelta su propio caos y destrucción. Dijo
Gideon comenzando a caminar. Alguien le sostuvo su mano, deteniéndole.
-Yo iré con ustedes.- dijo Samut, quien había sorprendido a
Gideon.
-No samut; no podemos. Somos solo mortales, débiles; de ir
solo nos meteríamos en sus caminos.- dijo Djeru, preocupado por su amiga.
-¿Cómo puedes decir eso Djeru? Ellos van a enfrentar al dios
faraón; van a intentar asesinar al invasor, al que es responsable de todo
esto.- dijo ella con enfado.
-Entonces los ayudaremos al no entrometernos.- respondió
este.
Samut, harta, se dio media vuelta siguiendo a la Gatewatch;
pero Djeru se lanzó hacia ella y el sujeto de una mano.
-“Samut, siempre fuiste mejor guerrera que yo. Solo hay una
cosa que siempre he hecho mejor que tu; ver el potencial en los demás.
Samut le miro en silencio, esperando que continuase.
-Una persona muy sabia una vez me dijo que el conocer
nuestras fuerzas y sacrificar nuestro bienestar por otros nunca es fácil.”-
replico Djeru.
Samut giro sus ojos. –Halagándome no vas a ganar nada
Djeru.” – respondió ella.
-Los visitantes se harán cargo del dios faraón; nosotros
debemos permanecer fieles a nuestra misión; debemos mantener viva a Hazoret;
rescatar a los que queden vivos y tal vez algún dia reconstruir Naktamun. – le
recordó Djeru.
Samut se había detenido, lo mismo que la Gatewatch tras
ella. La mujer miro a Djeru con algo de emoción.- Me alegra que hayas venido
conmigo Djeru.- dijo con una sonrisa. Entonces ella se giró hacia los
visitantes, cinco extranjeros, pero no eran malvados como el dios faraón. Los
ojos de todos estaban sobre ella; los ojos verdes de Nissa, los pardos de
Gideon, los negros de Liliana, los ojos purpura de Chandra y los ojos azules de
Jace y les hablo así. –Por lo que él le ha hecho a mi mundo, a mi gente, a mis
dioses; asesínenlo. Asesinen al gran destructor e invasor. Asesinen a Nicol
Bolas.- rogó Samut y los cinco asintieron y se marcharon a toda prisa.
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