Luego de haber dejado a aquellos extranjeros a cargo del dragón,
Samut, Djeru y su pequeño grupo habían
logrado recoger a unos cuantos supervivientes más.
En las calles de Naktamun solo se veían caminando patrullas
de Eternos, pues los vivos o habían muerto, o escapado o se habían logrado esconder
muy bien. Las calles de Naktamun estaban inquietantemente silenciosas, escuchándose únicamente las
nubes de langostas que las sobrevolaban y algunos caminantes revividos por la
maldición del plano.
Por delante de Samut iba un joven visir de Hazoret
abriéndoles camino. Él se hacía llamar Haq y no pasaba de los catorce
años; fue el quien les narro a Djeru y a
Samut sobre la batalla que él había presenciado entre Bontu y Hazoret; sobre la
traición de Bontu y de la crueldad del
dios faraón.
-Luego de que Bontu cayó, el dios escarabajo se levantó y
comenzó a atacar la ciudad con los
eternos. Tuve suficiente tiempo de huir pues estaba en el templo de Hazoret;
pero al correr la perdí de vista.- dijo Haq con calma y elocuencia.
Como un visir de Hazoret, él podía sentir su débil
presencia. El lideraba al grupo que buscaba a la diosa cuando un grupo de
momias los atraparon en un almacén. Ellos se escondieron dentro de los barriles
de pescado salado hasta que Samut y su grupo llego.
Ahora una vez más el joven lideraba el grupo de Samut. Ella rezaba
con que pudiesen llegar hasta la diosa a tiempo. Haq guiaba al grupo por la
ciudad, cruzaron los restos de un gran monumento y al doblar la esquina, todos
se detuvieron, sin aliento. Frente a ellos estaba el cadáver de Rhonas.
Algunos allí se hincaron y otros se acercaron, tocando al
dios sin creer en lo que sus sentidos les decían. Sin embargo, los dedos de sus
hijos tocaron el oro y la seda divinas del dios y les llego la realidad de
golpe. Muchos lloraron, otros gritaron y varios se abrazaron entre ellos y al
cuerpo de Rhonas en el suelo. Djeru fue uno de los que se acercó y toco la máscara
dorada del dios, llorando.
Sintiendo la ira ascender dentro de ella, Samut se acercó a
Rhonas. Ella subió al pecho del dios y
les hablo a los suyos así:
-Hermanos, hermanas; todos nos lamentamos; pero vamos a
sobrevivir. Si creen que esto es una prueba más del dios faraón, vengan conmigo
y pruébense dignos; pero si saben que él nos traiciono a todos, únanse a mí
para pelear por un mañana. Nosotros representamos la fuerza de Rhonas; él nos
la dio y nos la mostro; a través de sus enseñanzas y pruebas.
Los supervivientes rugieron en solidaridad con Samut y
cambiaron sus rostros de miedo y tristeza por rostros de rabia.
En ese momento Djeru vio al horizonte y volviéndose a Samut
le dijo: - Debemos buscar refugio.
Samut miro al lugar al que miraba su amigo y vio que desde
la puerta del más allá una terrible tormenta se acercaba rápidamente.
Samut convoco a todos para que se retirasen y volviesen por dónde
venían, pero Haq detuvo a Samut.
-Hermana; Hazoret viene; y no está sola.- dijo Haq.
-Guerreros, prepárense. Estén listos. – Ordeno entonces
Samut deteniéndose y deteniendo al grupo.
Todos sacaron sus armas y se colocaron telas sobre el rostro
para aguantar la arena que ya estaba sobre ellos. Muchos del grupo hallaron
refugio detrás de los restos del monumento que habían cruzado, pero Samut,
Djeru, y Haq no se movieron, recibiendo de lleno la tormenta.
La arena se metía en todo sitio a pesar de la ropa y pronto
la oscuridad llego a ellos y no hubo más ruido que el de la tormenta.
Entonces, a través de la arena Samut lo vio, una enorme
sombra acercándose en las tinieblas. La silueta se comenzó a delinear y pronto
ante ellos tenía a la diosa Hazoret.
La alegría inicial del grupo pronto termino, pues todos
vieron que la días no se veía bien. Ella se sujetaba a su lanza con una mano
mientras que la otra le colgaba inerte a un lado. Tenía varias heridas en su
cuerpo dorado y su respiración era agitada y dificultosa.
-Hazoret, ya vamos por ti.- grito Haq, pero sus palabras se
perdieron en la tormenta.
Hazoret entonces le dio la espalda al grupo, se puso de pie
y una mirada de determinación apareció en su rostro dorado.
-Corran.- les grito la diosa.
La orden fue tan dura y clara que todos comenzaron a correr
antes de pensar si quiera en lo que hacían, pero Samut, siendo la primera en
detenerse vio que frente a la diosa aparecía otra silueta, una silueta aún más
grande que ella.
Un aguijón enorme apareció de entre la arena y Hazoret
apenas pudo evadir el golpe con su lanza; pero Samut noto que la diosa estaba
herida y que ahora era más lenta. Hazoret se alejó del dios escorpión,
alejándole a su vez del grupo de supervivientes, encendiéndose en medio de la
tormenta para que este lograse ubicarla.
-Ella está invocando un hechizo.- dijo Samut a los que
tenían al lado al ver varios fogonazos rojizos entre la oscuridad de la arena.
-Guerreros, avancen.- ordeno entonces Djeru a su grupo y
ellos avanzaron hacia la diosa, con Samut y Haq siguiéndoles. Muchos de los que
habían buscado refugio lo abandonaron para seguir al grupo.
A medida que se acercaban podían ver enormes remolinos y
látigos de fuego adelante, golpeando con fuerza en medio de la tormenta. El
calor de los ataques de la diosa fue tal que impidió a los supervivientes
acercarse mucho a ella.
Samut fue la única que a pesar de las llamas continuaba
avanzando directo hacia las llamas. La silueta de la diosa le fue clara
enmarcada en sus propias flamas.
Pronto una llama se lanzó hacia el dios escorpión, girando a
su alrededor a gran velocidad, aumentando la temperatura a cada segundo. Pronto un pilar de fuego encerró al dios escorpión.
-Ella lo ha atrapado en su trampa de fuego.- grito Haq con
alegría. De hecho Samut podía ver claramente desde donde estaba al dios
escorpión en medio del remolino de fuego.
-No puede estar aún vivo.- dijo Djeru.
Sin embargo, el dios escorpión, cuyo caparazón se había
puesto rojo dio un paso adelante, estirando su brazo hacia Hazoret. Luego dio
otro y otro más.
El viento pronto enfrió su caparazón, haciéndolo pasar del
naranja intenso de nuevo al negro.
Hazoret intento avanzar hacia él, pero cayo de rodillas ya
sin fuerza.
Entonces al verla vulnerable, el dios escorpión corrió hacia
ella.
En un parpadeo el aguijón del dios escorpión se lanzó hacia
la diosa y todos escucharon el sonido de este entrando en la piel de la diosa.
Samut observo horrorizada e inmóvil la escena. Hazoret había logrado detener el golpe de su
enemigo con su mano inerte, donde se había clavado el aguijón, pero ahora este
intentaba recuperarle, sacudiendo con él a la diosa quien gritaba de dolor.
Samut vio como el veneno verde y brillante del dios escorpión se esparcía por
el cuerpo de la diosa, hacia su corazón y cabeza.
La lanza de Hazoret se encendió y colocándola en su herida
la cauterizo para después encenderse por completo, haciendo retroceder al dios
escorpión y quemando con esto su veneno.
El dios escorpión de nuevo cargo contra ella.
Samut grito al ver esto y sintió como su corazón se llenaba
de dolor y terror, los cuales terminaron convirtiéndose en ira y coraje. Ella
sentía, aunque no los podía oír, a los guerreros atrás de ella preparando sus
hechizos.
Vio entonces al dios escorpión, colosal; y ella, era tan
pequeña; pero no le importaba. Perdiendo
todo control Samut corrió hacia Hazoret; y salto sobre ella directo hacia el
dios escorpión con sus dos Kopesh en las manos.
Ella golpeo al dios escorpión de lado, golpeando su
caparazón. Así, logro hacerle una herida; que aunque fue pequeña en
comparación, le mostro que el fuego de la diosa al menos había logrado suavizar
la impenetrable piel del dios escorpión.
Samut reía como loca, llena de ira y regocijo. Ella corría por el cuerpo del dios,
apuñalando y cortando todo lo que pudiera, usando la gravedad para hacer
heridas mayores. Por un momento logro incluso abrirse un canal por entre el
caparazón del dios, destrozando la carne suave dentro. El dios escorpión se retorcía
de dolor y rugía con furia, sacudiéndose y tratando de alcanzar con sus garras
a aquel parasito. Muchos notaron la ironía al ver al dios insecto tratando de
matar a Samut como uno. La guerrera corría por su brazo pero este lo sacudió,
con lo que logro librarse de Samut, quien fue a caer contra la arena.
En ese momento de la nada un minotauro apareció justo debajo
de las paras del dios escorpión y de un golpe le hizo tambalearse, al tiempo
que otros magos lanzaban sus hechizos contra el dios.
-Samut, hay que empujarlo al rio.- grito Djeru corriendo a
su lado. De inmediato ella se levantó y corrió con los demás guerreros quienes
empujaban a un confundido dios escorpión hacia un obelisco derrumbado.
Al ver el pico del obelisco, ella comprendió el plan de
Djeru.
-A mi.- grito Samut a los sobrevivientes, liderando así un
grupo de ellos.
Los mortales hacían retroceder al inmortal. Un aven estaba
por sobre sus cabezas, lanzando hechizos al rostro del dios cegándole y los
minotauros estaban a sus pues, cortando los tendones del dios escorpión.
Sin embargo este aún se defendía y lanzando un chorro de
veneno contra algunos magos logro derretirles. Sin embargo, los mortales
continuaron atacándole, acercándole más y más al obelisco.
En un momento el dios escorpio se detuvo en seco,
plantándose en el suelo a tan solo unos metros de la trampa.
-Debemos empujarlo, solo un poco más.- dijo Samut a su
grupo.
-Dios oscuro, por Rhonas, yo te destruiré.- escucho ella
detrás de sí y se volteo para ver a un Khenra sujetando en alto el báculo de
Rhonas, mágicamente reformada por sí misma. Sus manos brillaron con un brillo
dorado y algo de la fuerza del dios paso
por su cuerpo a través del báculo y con esta energía corrió con el báculo hacia
el dios escorpión.
Samut y los demás supervivientes se hicieron a un lado,
dejando pasar al Khenra cuyo rugido era feroz mientras avanzaba. Con un rugido
salto y golpeo al dios escorpión. Este coloco su brazo para defenderse, pero el
brazo del dios escorpión salió volando se su cuerpo y con el golpe fragmentos
de su caparazón se agrietaron.
Allí Djeru ordeno a su grupo avanzar; y así lo hicieron,
llevando consigo una cuerda, con la cual atraparon las piernas del dios
escorpión, haciéndole caer; pero no estaba alineado, por lo que Samut de nuevo
salto y golpeo al dios de lado, haciéndole empalarse por completo en el
obelisco.
Los sobrevivientes celebraban, pero Samut miraba al dios
escorpión desconfiada, aun retorciéndose en el obelisco.
-Gracias mis niños.- dijo Hazoret quien había llegado con
Haq al lado. – Han hecho más por mí de lo que jamás les pediría; pero
permítanme, terminar esta tarea yo misma.
Todos se alejaron del dios escorpión al tiempo que Hazoret
se acercaba. Ella vio a la bestia con lágrimas en sus ojos.
-Tú mataste a mis hermanos y hermanas. Pero sé que no lo
quisiste. Descansa ahora tú también hermano mío. Que mi fuego te libere de
estas oscuras ataduras.- y diciendo esto, golpeo al dios escorpión con su
lanza, hundiéndole aún más en el obelisco. Un humo negro salió de él y luego,
todo lo que quedaba era cenizo.
La diosa entonces se volvió a ellos y los vio, a todos
arrodillados. Entonces vio a Samut, a quien se agacho para tomar con su mano
del suelo. La guerrera podía sentir el tibio calor de la mano de la diosa.
-En la arena me dijiste que creías que yo no era lo que me
forzaban a hacer; que yo era quien debía proteger a mis niños cuando más lo
necesitaran.- dijo Hazoret.
-Y lo has hecho Hazoret; te lo agradezco. –dijo Samut con lágrimas
en los ojos y una sonrisa en sus labios.
-No; fueron ustedes mis niños quienes me cuidaron a mi
cuando más lo necesite.- replico la diosa. Mi corazón es tuyo, Samut, la
probada; quien fue más allá de las pruebas y venció la oscuridad.
Lágrimas de alegría llenaron el rostro de Samut. Una mezcla
de orgullo, fuerza y amor por su gente y su dios le invadieron. Ella entendía
que este era un pequeño triunfo entre una desgarradora oscuridad, pero también
significaba que la flama de la esperanza aún estaba viva.
Los gritos de euforia y alegría a su alrededor entraron
dentro de ella también.
Y fue en ese momento, en las manos de Hazoret que algo en su
alma se encendió.
De pronto sintió una sobrecarga de energía recorriendo su
cuerpo y luego, se vio jalada hacia un lugar oscuro, dejando allí a su diosa y
a los suyos. En aquella oscuridad solo veía relámpagos de aether hasta que de
pronto, se vio de cara contra un césped verde.
Se levantó confundida, pero al alzar la vista lo estuvo aún
más. No había ningún sol en los cielos; el cual poseía una oscuridad
particular; y en este, miles de pequeñas estrellas danzaban en el firmamento.
Entonces algunas estrellas e movieron, tomando una forma, una forma de algo que
a pesar de ser extraño y completamente nuevo, de alguna manera ya conocía.
Sobre ella, había una silueta como la de un hombre pero de cuatro brazos que
parecía verla desde lo alto. Samut se froto los ojos.
Camino entonces por aquel lugar, donde las plantas y la
arquitectura eran diferentes. Escucho sonidos de flautas y vio unos seres
extraños, mitad personas mitad cabras danzando.
Una mezcla de miedo y nostalgia le llenaron y al parpadear,
se vio de nuevo en Naktamun
-Yo soy como ellos. Yo soy una caminante de planos.- se dijo
a si misma al verse de vuelta en su hogar.
Alrededor de ella, los demás sobrevivientes la miraban sorprendidos;
pues para ellos; Samut solo se había desvanecido en el aire para aparecer poco
después a su lado.
-Mi niña.- dijo Hazoret a Samut con algo de preocupación;
pero la voz de Hazoret le dieron paz a Samut quien por primera vez en días, se permitió
descansar y sin fuerzas, cayo desmayada; pero antes de tocar el suelo Hazoret
ya la había levantado en su mano de nuevo.
Un terrible estruendo se escuchó en los cielos. El gran dragón
dorado volaba sobre la ciudad, mirando expectante, pero no era a ellos a quien
miraba.
-Supongo que los extranjeros se enfrentaran con el invasor
en cualquier momento.- dijo Djeru con su Kopesh en la mano.
-Debemos ir a ayudarles.- dijo el Khenra quien aún portaba
el báculo de Rhonas.
-No haríamos nada; es una batalla que no ganaríamos. Estamos
muy lejos de nuestra verdadera fuerza.- respondió Djeru.
-¿Entonces, no haremos nada?- pregunto indignado el Khenra.
-Sobrevivir.- dijo Hazoret levantando su lanza y señalando
con ella a Nicol Bolas.- Cuando fuimos ocho, nos levantamos en su contra y
perdimos. No sé si estos extranjeros pueden derrotarle, pero orare por su
éxito. Pero nosotros, por ahora mis niños; solo debemos resistir, perdurar y
sobrevivir, Iremos a los desiertos y nos ocultaremos en las arenas y entre los
espejismos. Mientras respire del aire de Amonkhet, yo los protegeré.
-Y nosotros a ti.- dijo Djeru a Hazoret golpeándose con el
puño su pecho, lo que fue imitado por el resto.
Hazoret miro entonces a Samut en su mano y sonrió con
tristeza.
-Esta es mi campeona inesperada; la niña que vio la verdad.
Aquella quien amaba a los dioses tan fervientemente que se enfrentó a ellos
para protegerlos.
Y así, Hazoret llamo a todos los que aún permanecían
escondidos y reuniéndoles en un gran grupo, marcharon hacia los desiertos.
Hazoret solo volvió la vista cuando el dragón descendía para
enfrentar a los extranjeros en las ruinas de Naktamun.
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